PALABRAS DEL ALMA N.95 LA FÁBULA DEL HELECHO Y EL BAMBÚ.
Hace muchos años leí un libro que me regaló mi hija mayor Camila para un cumpleaños y, tenía por nombre “El monje que vendió su Ferrari” de Robin Sharma, que también es una fábula espiritual… y comencé su lectura sin muchas expectativas, pero a medida que lo leía me iba explicando muchas situaciones y cuestionamientos que habían convivido conmigo durante toda mi existencia, hasta el día de hoy mi sueño es un día dejarlo todo y emprender un nuevo camino lejos de todo lo establecido socialmente, lejos de lo “socialmente correcto”, lejos muy lejos de la política y la conveniencia económica, lejos de la dependencia salarial que nos transforma en ovejas subordinadas y obedientes de los pastores dominantes, lejos del ruido y del cemento, hacia un lugar donde la lluvia por fuerte que sea no inunde los prados ya que la tierra la absorba y se fecunde de nuevas plantas con ello, donde no corra por calles herméticas por el pavimento, donde el viento no lo obstruyan edificios gigantes que incluso nos tapan el sol, golpeando fuerte las mejillas y el cabello, lejos muy lejos donde sólo se escuchen los animales y se sienta ese olor a pasto mojado, donde encuentre fresas silvestres en el camino, donde los arboles no estén podados y cercenados por cierras asesinas manejadas por ineptos, donde los ríos corran libres de contaminación, cristalinos y llenos de peces…
En fin el camino que nunca dejaré de caminar, el sueño que jamás olvidaré buscar a pesar que el destino y los años me hayan quitado fuerzas, ese camino que espera por mí en algún recodo del trayecto, sé que lo lograré y Dios me ayudará.
En relación a ese destino soñado, le dejo una Fábula China que me aprendí hace muchos años también.
FÁBULA DEL HELECHO Y EL BAMBÚ
Un día decidí darme por vencido, renuncié a mi trabajo, a mi relación sentimental, a mi vida… y fui al bosque para hablar con un anciano que decían era muy sabio.
“¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido?”. Le pregunté.
“Mira a tu alrededor”, me respondió, “¿ves el helecho y el bambú?”
“Sí”, respondí.
“Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. El helecho rápidamente creció, su verde brillante cubría el suelo...pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo no renuncié al bambú”.
Después de una pausa, continuó:
“En el segundo año, el helecho, creció más brillante y abundante, y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero aun así no renuncié al bambú”.
Continuó su relato:
“En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú. En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú. En el quinto año un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra…pero, en comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante”.
Además, añadió:“El sexto año, el bambú creció más de veinte metros de altura. Se había pasado cinco años echando raíces que lo sostuvieran…Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir a cualquier adversidad”.
“¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces?”. Le dijo el anciano y continuó…
“El bambú tiene un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso, sin uno u otro esa belleza no existiría”.
“Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida”, le dijo el anciano y continuó…
“La felicidad te mantiene dulce. Los intentos y esfuerzos te mantienen fuerte. Las penas te mantienen humano y resiliente. Las caídas te mantienen humilde. El éxito te mantiene brillante y motivado…”
Si no consigues lo que anhelas hoy, no te desesperes… quizá, sólo estés echando raíces…en un mañana estarás preparado como el bambú…
En los momentos en que sientas que nada de lo que haces está dando frutos y la vida se vaya cuesta arriba; cuando tengas ganas de renunciar a todo, cuando ya no encuentres el sentido a tu caminar, recuerda que quizás solo estés echando raíces para surgir y elevarte firme hacia el sol.
Mi abuela con los años que le daban la tremenda sabiduría para hablarme, ella siempre me decía: “Siempre…siempre apunta al Sol cuando anheles algo, pues si por alguna razón fallas, quedarás entre las estrellas”, eso quiero que entiendan…
Hasta pronto amigos ojalá les sirva esta entrada de hoy, un abrazo.