PALABRAS DEL ALMA N.79: EL
TESTAMENTO DE ADOLF HITLER.
MI ÚLTIMO DESEO Y TESTAMENTO
POLÍTICO
Como
consideré que no debía aceptar la responsabilidad, durante los años de
conflicto, de contraer matrimonio, ahora he decidido, antes de concluir mi
carrera en la tierra, tomar en matrimonio a la mujer, quien después de muchos
años de fiel amistad, entró a la sitiada ciudad por su propia voluntad, con el
propósito de compartir su destino conmigo. Por su propio deseo, ella ira a la
muerte como mi esposa. Eso nos compensará, por lo que ambos perdimos por mi
trabajo al servicio del pueblo.
Lo que
poseo, pertenece en su debido grado al Partido. Si este ya no existe, al
Estado; si el Estado también es destruido, no hace falta una última decisión
mía.
Mis
pinturas, en las colecciones que he comprado durante el curso de los años,
nunca fueron coleccionadas con propósitos privados, sino como una extensión de
la galería de mi casa en Linz a.d. Donau.
Es mi más
sincero deseo que este legado sea debidamente ejecutado.
Designo como
mi Albacea, a mi más fiel camarada del Partido, Martin Bormann. A él le doy mi
máxima autoridad legal, para que tome todo lo que tenga un valor sentimental o
que les sea necesario para mantener una vida modesta y simple a mis hermanos y
hermanas, sobretodo también para la madre de mi esposa y mis colaboradores que
son bien conocidos por él, principalmente, mis secretarias sin igual, Frau
Winter, etc. quienes por muchos años me ayudaron en mi trabajo.
Yo, personalmente, y mi esposa, para escapar a la deshonra de la deposición o capitulación, hemos escogido la muerte. Es nuestro deseo que seamos incinerados inmediatamente, en el lugar donde he llevado a cabo la mayor parte de mi trabajo diario, en el curso de doce años al servicio de mi pueblo.
Dado en
Berlín, el 29 de Abril de 1945 a las 4:00 AM.
Firmado A.
Hitler
MI TESTAMENTO POLÍTICO – PRIMERA
PARTE
Más de
treinta años han pasado desde que en 1914 hice mi modesta contribución como
voluntario en la Primera Guerra Mundial a la que fue forzado el Reich.
En esas tres
décadas he actuado, únicamente por amor y lealtad a mi pueblo en todos mis
pensamientos, actos y vida. Ellos me dieron la fuerza para tomar las decisiones
más difíciles que mortal alguno nunca confrontó. En ello he empleado mi vida,
mi esfuerzo en el trabajo y mi salud, durante estas tres décadas.
No es cierto
que yo, o alguien más en Alemania, deseara la guerra en 1939. Fue deseada e
instigada exclusivamente por esos hombres de estado quienes han sido judíos o
han trabajado para intereses judíos. He hecho muchas ofertas para el control y
limitación de armamentos, las cuales no podrán ser olvidadas por la posteridad,
para que la responsabilidad del inicio de la guerra sea echada sobre mí.
Tampoco he
deseado nunca, que después de la fatal primera guerra mundial, una segunda
contra Inglaterra, o aún sobre Estados Unidos, fuera desatada. Los siglos
pasarán, pero de las ruinas de nuestras ciudades y monumentos, resurgirá el
odio contra aquellos finalmente responsables -a quienes todos debemos agradecer
todo lo sucedido- el Judaísmo Internacional y sus secuaces.
Tres días antes del inicio de la guerra entre Alemania y Polonia, le propuse al embajador británico en Berlín una solución al problema germano-polaco, similar al del caso del Distrito del Sarre, bajo control internacional. La existencia de esa oferta tampoco podrá ser negada. Fue rechazada únicamente por los círculos dirigentes de la política británica que querían la guerra, en parte, por debido a las posibilidades de negocios y en parte por la influencia de la propaganda organizada por el judaísmo internacional.
También he
dejado bien en claro que, si las naciones de Europa fueron consideradas como
meros bonos, que podían ser comprados y vendidos, en dinero e intereses
financieros, por esos conspiradores internacionales, entonces esos competidores,
los judíos, quienes son los verdaderos criminales en este conflicto asesino,
deberán ser responsabilizados.
De la misma
forma quiero que nadie tenga ninguna duda, que esta vez han logrado que no sólo
millones de niños arios en Europa mueran de hambre; hombres jóvenes han sufrido
la muerte y no solo cientos de miles de mujeres y niños han sido bombardeados e
incinerados hasta morir en las ciudades, sin que los verdaderos criminales
hayan expiado su culpa, ni siquiera por medios humanos.
Después de seis
años de guerra -que a despecho de los obstáculos será recordada algún día como
la más gloriosa y valiente demostración del propósito de vida de una nación- no
puedo abandonar la ciudad que es la capital de este Reich. Como las fuerzas son
muy exiguas como para intentar cualquier oposición en contra de los ataques
enemigos, y porque nuestra resistencia se ha venido debilitando por los hombres
que nos han engañado con su falta de iniciativa, al permanecer en esta ciudad
quiero compartir mi destino con los otros millones de hombres que han decidido
hacer lo mismo. Tampoco quiero caer en manos de un enemigo, que querrá
presentar un nuevo espectáculo organizado por los judíos, para el regocijo de
las masas histéricas. Por tanto he decidido permanecer en Berlín y libremente
escoger la muerte en el momento que yo crea que la posición del Fuhrer y la
propia Cancillería, no pueda ser más defendida.
Muero con el
corazón feliz, consciente de los incalculables legados y logros de nuestros
soldados en el frente, nuestras mujeres en casa, los logros de nuestros
campesinos y obreros en su trabajo, únicos en la historia, de las juventudes
que llevan mi nombre.
A ellos,
desde el fondo de mi corazón, les expreso mi gratitud, como es evidente es mi
deseo que ustedes, debido a eso, bajo ningún concepto abandonen la lucha en
esta contienda sino que más bien la continúen, contra los enemigos de nuestra
madre patria, sin importar dónde, fieles al credo de Clausewitz. Del sacrificio
de nuestros soldados y por mi comunión con ellos en la muerte, nunca
desaparecerá de la historia de Alemania, la semilla del radiante renacimiento
del movimiento Nacional-Socialista y por tanto, de una verdadera comunidad de
naciones.
Muchos de
los hombres y mujeres valientes han decidido unir sus vidas con la mía. Hasta
el último momento he rogado y finalmente les he ordenado, no hacerlo y tomar
parte en la última batalla de la nación. He rogado a los dirigentes del
Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, reforzar por todos los medios el
espíritu de resistencia de nuestros soldados en el sentido Nacionalsocialista,
con especial referencia al hecho, de que también yo mismo, como creador y
fundador de ese movimiento, he preferido la muerte a la cobarde abdicación o
peor la capitulación.
Deberá, en
un futuro, formar parte del código de honor del oficial alemán, como es
actualmente de nuestra marina, que rendir un distrito o una ciudad es
imposible, y que por sobre todo, nuestros líderes deben marchar al frente como
ejemplos refulgentes, cumpliendo con fe en su obligación hasta la muerte.
MI TESTAMENTO POLÍTICO – SEGUNDA
PARTE
Antes de mi
muerte, expulso al ex Mariscal del Reich Herman Goering del partido y lo
despojo de todos los derechos que pudiera gozar en virtud del decreto del 29 de
junio de 1941; y también en virtud de mi manifiesto en el Reichtag el 29 de
Junio de 1939. Designo en su lugar al Gran Almirante Doenitz, como Presidente
del Reich y Supremo Comandante de las Fuerzas Armadas.
Antes de mi
muerte, expulso del partido y de todas las oficinas del Estado al ex
Reichsfuehrer-SS y Ministro del Interior, Heinrich Himmler. En su lugar designo
al Gauleiter Karl Hanke como Reichsfuehrer-SS y Jefe de la Policía Alemana y
designo al Gauleiter Paul Giesler como Ministro del Interior del Reich.
Goering y Himler, totalmente aparte de su deslealtad hacia mi persona, han hecho un daño enorme al país y a toda la nación, al efectuar negociaciones secretas con el enemigo, las que condujeron sin mi consentimiento y contra mis deseos, y al intentar usufructuar ilegalmente poderes del Estado.
Con el
propósito de darle al pueblo alemán un gobierno compuesto por hombres
honorables, un gobierno que pueda satisfacer sus deseos de continuar la guerra
por todos los medios, designo a los siguientes miembros del nuevo gabinete de
líderes de la nación:
Presidente
del Reich: DOENITZ
Canciller
del Reich: Dr. GOEBBELS
Ministro del
Partido: BORMAN
Ministro de
Relaciones Exteriores: SEYSS-INQUART
(Siguen
otros 15 nombres)
Como una cantidad de esos hombres, como Martin Borman, Dr. Goebbels, etc., conjuntamente con sus esposas, se unieron a mí por propia voluntad y no desean dejar la capital del Reich bajo cualquier circunstancia, pero desean perecer conmigo aquí, debo pedirles que obedezcan mi solicitud, y en este caso cedan sus propios intereses a los intereses de la nación, por sobre todos sus sentimientos.
Por su trabajo leal como camaradas, ellos estarán muy cerca de mí después de la muerte, así como el deseo de que mi espíritu perdure y que siempre siga con ellos. Dejen que sean estrictos, pero nunca injustos, pero sobretodo, no les permitan que el temor guíe sus actos, y que pongan el honor de la nación por sobre todas las cosas del mundo. Finalmente, permítanles que sean conscientes del hecho de que nuestra obligación, que es continuar la construcción del Estado Nacionalsocialista, signifique el trabajo de los siglos por venir, que colocará a cada persona individualmente, bajo la obligación de servir siempre al interés común y subordinar sus propios intereses a ese fin. Demando que todos los alemanes, todos los Nacionalsocialistas, hombres, mujeres y a todos los hombres de las Fuerzas Armadas, sean fieles y obedientes, hasta la muerte, al nuevo gobierno y a su Presidente.
Por sobre
todo, encargo a los líderes de la nación y a todos sus subordinados la
observación escrupulosa de las leyes de la raza y la oposición inmisericorde a
los envenenadores de los pueblos, el judaísmo internacional.
Dado en
Berlín, este 29avo día, de Abril de 1945 a las 4:00 AM.
Firmado:
Adolfo Hitler
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