sábado, 10 de julio de 2010

PALABRAS DEL ALMA N.38: "Los escritos de despedida de García Márquez-La Marioneta”

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“Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que representan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos nuestros ojos, perdemos segundos de luz en nuestras existencias.

Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando todos durmieran y escucharía cuando todos sólo hablan y ¡cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate aunque me chorreara y ensuciara mi ropa más cara.

Si el Padre me obsequiara un día más vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto no solo mi cuerpo sino mi alma entera.

Padre mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, esperaría a que saliera el Sol para que no tocara mi vida. Pintaría con un sueño de Van Gogh, sobre las estrellas un poema de Benedetti y una canción de Serrat, sería la serenata que le ofreciera a la luna. Regaría con mis lágrimas las rosas para sentir el dolor de sus espinas y el encanto de un beso de sus pétalos.

Dios mío, si yo tuviese una oportunidad…no dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero intensamente. Convencería a cada mujer u hombre de que son únicos y viviría eternamente enamorado.

A los hombres les probaría cuan equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, cuando sólo se hacen viejos cuando sus ilusiones ya no están de creer que existe el Amor y debemos buscarlo mientras vivamos.


Aun niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar…A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.

Tantas cosas he aprendido de todos Ustedes humanos, como que su Mundo quiere siempre estar en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir esa escarpada montaña y no lo que les espera arriba. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado mientras viva. Que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.

He aprendido tanto de Ustedes que algunas no me servirán, pero sí harán que cuando me estén despidiendo al morir no estaré feliz de irme de vuestra Tierra”